
PEN GUADALAJARA
—Pues yo tengo que vengar tu honra…—. La voz de Heriberto sonó decidida.
—¡Qué te pasa, hermano! Estamos en pleno siglo XXI. Me acosté con él porque lo quiero mucho, porque somos novios desde hace más de un año, porque me gusta estar con él…
Ya media hora que los jóvenes discuten; él asegura que debe correr la sangre del agresor para que la sangre de la familia prosiga honrada en esta nueva generación. Heriberto no acepta los argumentos de su hermana a pesar de que ella acaba de cumplir 25 años, tres más que él; que se licenció en Informática, que trabaja como administrativa en un banco…
—Y si te pones más necio me voy de la casa, al fin que gano mi propio buen dinero; ya no necesito que me des la mensualidad estipulada por papá antes de morir.
—No, Malena, en la familia no existe eso de “porque quise”, tú no puedes decidirlo, debes esperar a casarte.
—¿¡Qué, qué!? En primer lugar es mi gusto; en segundo, vivimos en la Guadalajara de 2020; por pura mala suerte te diste cuenta; si no, todo habría seguido muy normal.
—Te equivocas, hermana, tengo mis métodos para conocer cada paso que das.
—¡Ah! Entonces no fue mala suerte, ahora recuerdo que ayer te vi abriendo mi bolsa; habrás encontrado el recibo de la luz de su apartamento. Pero, ¿qué te crees? ¿quién eres para espiarme?
—El encargado de velar por ti hasta que formes una familia como Dios manda; recuerda las disposiciones de nuestro padre.
Don Rubén se casó con Doña Mariana ya maduros ambos; sus familias eran conservadores en extremo. El cáncer le arrebató a su esposa cuando el pequeño tenía cinco años. Entonces, contrató a una mujer que cuidara de Malena y él se dedicó en cuerpo y alma a educar a su hijo, el que debía continuar con la tradición familiar de que los hombres velan por las mujeres y no se casan hasta que ellas están bien instaladas en su nuevo hogar con un hombre derecho, de buena familia, y sólida fortuna.
—¡Para nada! Si me atuviera a esas absurdas disposiciones, mejor me quedaría sola siempre. Los hombres de este tiempo obtienen esa “sólida fortuna” ya cuarentones y contraen muchas mañas. Además, aún no decido que quiera casarme algún día.
—¿Cuál “algún día”? Ya tienes 25 años, casi casi no estás en edad de conseguir un buen marido.
—¡Como si me importara! ¿Sabes otra razón conveniente? No necesitas esperar, cásate o vete a vivir con alguna chica; así contentos y libres los dos de esos arreglos de papá… que sólo te lo dijo a ti, no a mí.
—Y sabes que es cierto; y él estaba seguro de que yo los seguiría al pie de la letra. La sangre de ese tipo lavará nuestra honra.
—No, hermano; esas ilógicas pretensiones quedaron en el siglo antepasado. No seas absurdo. Piensa como hermano comprensivo. Yo lo quiero y él me respeta..
—¿Te respeta? Si así fuera, no te habría violado…
—Te repito que fue una decisión de los dos, porque quisimos conocernos sexualmente y nos atraemos mucho además de amarnos y… por puro gusto. Quizá sea él con quiera tener hijos y seguir juntos…
—¿Sin casarse?
—No lo sabemos; así estamos muy satisfechos.
—Pues no lo acepto… Además, debes cuidarte del coronavirus.
—Sí lo hago; ya sabes que trabajo desde casa y, yo voy a su apartamento, vive solo y nadie más entra ahí. ¡Claro que nos cuidamos! No seas absurdo. Ya me cansé de tanto hablar claro, y no te entran mis sanas razones; mi válido y honesto comportamiento. Mejor me voy a dormir, tantán…
Dos semanas después.
Cuando se interrogó a Heriberto acerca del porqué había asesinado al novio de su hermana, contestó: —Por puro gusto, licenciado.
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Ruth Levy ha publicado libros individuales, o en coautoría, de poesía, cuento y de ensayo; los mismos géneros en revistas nacionales e internacionales, en papel y en medio electrónico. Su nombre se menciona en cuatro diccionarios de literatura.