
Crisy era feliz. Todo estaba listo. Los trajes de las damas, los accesorios de las cabezas, los zapatos satinados ya pintados… Los caballeros ya habían separado las etiquetas y solo faltaban algunos por entallar. La coordinadora, por su parte, se había encargado prácticamente de todo lo demás.
Crisy era feliz. Ahora sí, le había llegado la felicidad. Hacía cinco años que conocía a Leonardo. Se trataron por un año y convivían en su pequeño apartamento de estudiantes universitarios. Tenían muchos planes, pues ya casi finalizaban sus estudios y en el trabajo a tiempo parcial que ambos tenían, les habían prometido nuevas ofertas de trabajo una vez terminaran sus carreras.
Crisy era feliz. Varios años atrás su alma se había llenado de amargura al recibir la traición de su exnovio Enrique. Le hablaba de casamiento y se había hecho de ilusiones. El que él fuera unos años mayor que ella le hacía sentir segura y protegida. Una tarde de domingo le explicó que tenía que decirle algo muy importante. Le confesó que existía una chica y que lamentablemente tenía que romper con ella para cumplir con la otra. Crisy no podía entender la bajeza de aquella situación. A las pocas semanas, toda dolida, decidió salir al centro comercial. Lo vio de lejos acompañado de una joven a la que evidentemente se le notaba su estado avanzado de embarazo.
Crisy era feliz. Con Leonardo todo era diferente. Entre ellos no había secretos. Todo marchaba de excelencia. Los preparativos para la boda marchando excelentemente. A solo unas semanas se casarían y serían felices por siempre. Esa noche Leonardo llegó, cenaron juntos y se sentaron a ver televisión. En un tono muy lastimero, Leonardo le confesó a Crisy que no se podía casar, que había intentado grandemente cumplir con ella, pero que algo le sucedía que no le permitía dar ese paso. A los sollozos de Crisy, él le indicó que, aunque no le había sido infiel, no se sentía cómodo al lado de una mujer.
Crisy es feliz. Han pasado seis meses. July la entiende a la perfección. La mima, la atiende, la complace, la respeta, la adora. Ella sí que sabe hacerla feliz, al fin y al cabo… es mujer.
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Nora Cruz Roque (Solangedar). Guayama, Puerto Rico. Es escritora cuenta-cuentera, poeta y declamadora del verso negrista. Es autora de cuatro poemarios, una antología de cuentos, dos libros de obras de teatro y tres de cuentos infantiles. Como gestora cultural ha fundado varios movimientos culturales, entre ellos la Liga de Poetas del Sur. Es oficial de la junta de directores de PEN de Puerto Rico Internacional. El cuento publicado está incluido en el libro de cuentos: Las entretelas de mi vieja maleta.