De pronto
entre la multitud vehemente
apareció el rostro sombrío de un hombre ensimismado
vestido con su lengua de antorcha
escupiendo espinas, cual dogma esotérico
sobre el archipiélago flotante.
Por un instante
el cielo se cubrió de angustia
e Iella derramó por su rostro pétalos de maga.
Isleños de ambos hemisferios
al unísono alzaron su voz en protesta
levantando al cacique taíno que todos llevamos dentro.
De pie
sobre el Cerro de Punta
con un guaraguao posado sobre su hombro
y con sus brazos extendidos hacia el universo
Agüeybaná enfurecido gritó:
Soy Borikén
creado con furia huracanada del Océano Atlántico y el Mar Caribe.
Por mis venas recorre savia de Tabonuco de los bosques de la
Cordillera Central.
Mi espíritu indomable, no me dejo blasfemar
de quien pueda pensar que tal vez somos espuma sobre la mar.
Ahora te digo con mucho orgullo
que somos jibaros, campesinos, antillanos, gallos de casta…
Vivimos en yucayeques, bohíos, casitas de techo de dos aguas
en el remanso de los ríos y los litorales del 100 x 35.
Este es nuestro terruño y somos Puerto Rico.